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CEGUERA Y JUSTICIA

| | viernes, 27 de enero de 2012
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A la Justicia se la representa con una venda en los ojos. Y esto parece que ha sucedido con los cinco miembros del Jurado Popular que han absuelto a Camps y Costa de un delito de cohecho impropio. Esas cinco personas elegidas en una terna que pasó el tamiz de defensas y acusaciones particulares, han demostrado que el Jurado Popular es un instrumento de Derecho, pero no de búsqueda de la verdad. Se escudan los cinco miembros del jurado de no tener suficientes pruebas que demuestren que no ha sido probado fehacientemente el haber recibido favores de una trama que ha ido buscando, y al parecer, consiguiendo: múltiples tratos de favor a cambio de unos trajes; algún que otro envase de caviar de beluga;bolsos de firma; regalos para las niñas y esposa provenientes de “amigos del alma, y un sin fin de prebendas que todavía siguen en el aire, puesto que este juicio es sólo el inicio de otros que deben dilucidarse en el futuro. Los cinco miembros del jurado han estado ciegos ante escuchas telefónicas que han sonrojado a los acusados y levantado las más insólitas actitudes entre el público, seguidores y juristas. Pues bien, no ha sido suficiente. Y ello demuestra que cinco personas sociológicamente influenciadas por el juicio no han sabido ver lo que parece evidente. Si antes dos de los encausados se declararon culpables y entregraron trajes e hicieron efectiva la multa, resulta chocante cómo se ha derivado la compra o regalo de unos trajes, en una paradoja que no tiene solución y que no la tendrá nunca, porque a nadie puede convencer un veredicto como el tomado en Valencia el pasado miércoles. Las pruebas gusten o no están ahí, son evidentes, manifiestas y coherentes. Intentar restar o quitar protagonismo a quienes han ostentado el poder y ahora están en la “reserva” no significa que se esté contento, porque la realidad es un cúmulo de circunstancias que han puesto a este comunidad autónoma en la cima de los despropósitos. Todo ello nos ha conducido a ostentar un déficit del que nos costará salir. Y no sólo es económico ese déficit/carencia es de altura moral porque no parece posible que con estas actitudes afrontemos el futuro con un mínimo de probabilidades. Estamos condenados a la ceguera y como Saramago nos quedamos sólo con el ensayo, porque apechugar con la obra completa puede ser un ejercicio en el que no sepamos cuáles son las cartas que tenemos porque a lo sumo lo máximo a lo que podemos aspirar es a un “full”.
José Luis Cañamero

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