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Baile de parejas al borde del abismo

| | lunes, 20 de febrero de 2012
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El XII congreso se perfila, dos debacles electorales después, como otra pugna entre Alarte y Puig por dirigir el PSPV - En esta secuela, Pajín parte como aliada del neolermismo, Romeu se acerca a la órbita del actual líder e irrumpe Mata
Aeropuerto de Sevilla. La secretaria del PSPV de Alicante, Ana Barceló, y otros delegados afines a Leire Pajín esperan el embarque. El exalcalde de Elx Alejandro Soler pasa por delante de ella y ni se miran. Horas antes se produjo un choque verbal entre dos miembros de la ejecutiva de Jorge Alarte. Estos episodios retratan un partido en el que, a golpe de derrotas —desde 1993 ha coleccionado una veintena— y de pérdida de poder y cargos, las relaciones personales están viciadas, cuando no podridas. Una organización en la que los congresos se plantean como ajustes de cuentas. Atomización. Tras 16 años al raso de la oposición, los 20.232 militantes sospechan que la premisa de que el PSPV es un partido de gobierno es una leyenda urbana. Las derrotas han dinamitado los aparatos, han desestructurado las familias y han atomizado las fuerzas de tal forma que si antes bastaban cinco referentes para agrupar al 90% del partido en torno a una mesa camilla, hoy sería necesaria una asamblea en un polideportivo. Cada vez se antoja más complicado ordenar el baile de parejas entre generales y coroneles, degradados a sargentos y cabos, para conformar mayorías. La única fuerza que sigue creciendo es el clan de los ex. Urge una amplia mayoría. Cuatro de los cinco últimos congresos se han decidido por pocos votos. Por tres ganó Joan Romero en 1997; por diez se impuso Ignasi Pla en 2000, y por 20 fue elegido Alarte en 2008. Tras romper el suelo electoral en dos debacles históricas (el 28,7% en autonómicas y el 27%, en las generales) y con una militancia harta y desmovilizada —en la ciudad de Valencia se reclutaron menos de 500 interventores para 920 mesas— el reto del PSPV en el congreso de Alicante (del 30 de marzo al 1 de abril), no es tanto renovar o relevar a Alarte como apuntalar a un líder con una sólida mayoría. «El secretario general puede salir por un voto, pero ha de ser integrador y la ejecutiva debe lograr al menos el 70%», apuntaba un ilustre. Arriar la bandera neolermista. La foto de partida de este XII congreso evoca el XI cónclave como una secuela retrotrae a la película original. Son los mismos protagonistas (Jorge Alarte, Ximo Puig y Francesc Romeu), a los que se ha sumado Manuel Mata. El reparto de fuerzas se asemeja. A grandes rasgos, Alarte controla un tercio de la organización y el neolermismo, con FSP-UGT, otro tanto. Leire Pajín, en proindiviso con Ciprià Ciscar, Francesc Romeu y Manuel Mata parten como los sectores que decantarán el congreso. Hay congreso porque la alianza con el neolermismo que sostuvo al secretario general desde las primarias autonómicas —paz por territorios en listas— se quebró. «Ximo no me engaña, no se presentará, quiere tensar a cuerda», decía Alarte hace un mes. El alcalde de Morella no iba de farol. Se presentará por segunda vez. Parte con el apoyo del sector de Leire Pajín y el ciscarismo, con quienes se conjuró en el brindis chaconista del hotel Sevilla Congresos. En 2008, Puig perdió por dos razones: porque Alarte encarnó las ansias de cambio y porque Pajín sindicó acciones para impedir que el neolermismo retomara las riendas del partido. José María Pajín —padre de la exministra y dirigente histórico en Benidorm— se desquitó de la afrenta que sufrió cuando en el congreso de 2000 quiso ser secretario de organización con Pla y el puesto lo ocupó el lermista Vicent Sarrià. Puig deberá tirar de sus excelentes relaciones con la exministra para evitar que chirríe su alianza con un clan Pajín que profesa inquina al lermismo. El embajador Orengo. El aspirante tiene asignaturas pendientes para consolidar el pacto con Pajín y Ciscar y conquistar adhesiones. La primera, garantizar que no actuará como agente del neolermismo y que practicará, dice, el «mestizaje». Si navega con esta bandera chocará con resistencias del núcleo duro lermista, pero si no lo hace corre el riesgo de ahogarse en sus límites y chocar hasta con quien tiene el encargo de captar socios para la alianza alternativa a Alarte: el exalcalde de Gandia José Manuel Orengo. A él se le ha confiado la misión de sumar alcaldes y portavoces, las novias más deseadas. El alcalde de Ontinyent, Jorge Rodríguez; el de Alcoi, Antoni Francés; el de Xàbia, José Xulvi, o el portavoz de Xàtiva, Roger Cerdà, cotizan al alza. Salvo Xulvi, el resto sigue con el alartismo. Por ahora. De haber optado Orengo, la deserción de Rodríguez o Francés sería más fácil. Tenían hasta un preacuerdo. Ahora, Alarte se arroga esos apoyos y Puig los corteja. Según se tasen las opciones de los aspirantes tras la elección de delegados (del 20 de febrero al 4 de marzo) actuarán los alcaldes. La plataforma alartista. En el punto de mira de Alarte está atar a los alcaldes afines. La misión ha sido confiada a Soler; al alcalde de Xixona, Ferran Verdú, o al de l´Alfàs, Vicent Arques, quienes aun no han logrado fuerza suficiente para difundir un manifiesto municipalista. En esa línea se enmarca la decisión del alcalde de Mislata, Carlos Fernández Bielsa, o del de Faura, Antoni Gaspar, de impulsar una plataforma de munícipes de la órbita alartista con el pretexto de influir. La plataforma recuerda la que impulsó Pajín en 2008 para recoger avales en blanco. SOS a Ferraz. El líder del PSPV confía en que Ferraz interceda por él y empuje a Francesc Romeu hacia sus brazos. El odio africano que se profesan ambos sólo se podría vencer por mediación del secretario de organización, Óscar López, delfín de José Blanco y con excelente relación con Alarte. Pero la ejecutiva de Rubalcaba ha prometido a Puig que no intervendrá. El alcalde de Morella tiene también puentes con el nuevo mando. Con los hombres de Blanco. La portavoz en el Congreso, Soraya Rodríguez, es amiga de Puig, igual que la vicesecretaria, Elena Valenciano, lo es de Joan Calabuig. La última vez que Ferraz quiso conducir un proceso fue en 2000. Envió a un tal José Luis Balbás —entonces mano derecha de Zapatero— a atar la victoria de Ábalos. Fracasó. Ferraz sin Moncloa, sin BOE, seduce menos. Cuestión de objetivos. Alarte quiere ser secretario general para ser candidato. Romeu también pretende ser cartel electoral. La compatibilidad es complicada. Se resolverá cuando se sepa si el segundo logra los avales para ser candidato: un mínimo del 20% de los 520 delegados (104) y un máximo del 30%. Alarte proclamará hasta el congreso que es el único aspirante diputado en Corts y que sería una temeridad descabezar al grupo y elegir a un líder extraparlamentario. Paralelamente, traslada a los suyos la consigna de no entrar al choque de declaraciones. Quiere un congreso con tres candidatos. En ese escenario confía en que el traje de secretario general aporte un plus. Previo pago de mil peajes. Choque por Gürtel y Benidorm. Romper el frente en su contra a base de ofertas de integración es su opción. Esto es, recuperar a Leire Pajín, con la que ha tenido varios encontronazos. Pero fue la moción de censura de Benidorm lo que convirtió la separación en divorcio. Alarte se opuso a que el PSPV entronara a Agustín Navarro como alcalde con el voto de un tránsfuga del PP. Blanquerías recibió llamadas disuasorias de Ferraz y Moncloa. Navarro se convirtió en alcalde y la concejala Maite Iraola —madre de Leire Pajín— daba saltos de alegría. Otro choque con la exministra se produjo a cuenta de la querella Gürtel que Alarte interpuso por presunta financiación ilegal del PP a cargo de constructoras contratistas del Consell, como Sedesa, Lubasa, Facsa o Enrique Ortiz. Quejas internas. Si Puig tiene resistencias en la alianza que está articulando, Alarte está cuestionado por algunos de los propios. El principal reproche que se le hace es no haber sabido crear equipos —supervisa personalmente hasta las notas de prensa— ni cuidar las relaciones. Unos —por ejemplo Ábalos y Rubio en Valencia— le recriminan que no ha ampliado su mayoría integrando y otros, los antilermistas, que haya sacrificado a propios (caso del exalcalde de Xirivella Josep Santamaria, que se cayó de la lista al Congreso) para ceder espacio a los afines a Puig. Mata, el deseado. Los tiempos de congreso son propicios para sembrar expectativas. Alarte le ha ofrecido al aspirante Manolo Mata ser candidato a alcalde en Valencia, un sueño que no pudo cumplir tras perder las primarias con Calabuig. Alarte ha confesado a Mata que ungir a Calabuig fue un error. «Con el que más me he reunido es con Jorge. Está entendiendo este proceso sin utilizar malas artes», dijo Mata. A ambos conviene la batalla floral en público. Alarte evita el engorde del polo opuesto y Mata sube su cotización, para sí y de cara a los pretendientes. El aspirante de «Esperança socialista» —la marca con la que IS ha expandido su espacio en este proceso—intentará lograr los 104 avales. Es difícil. Compite con Romeu por el mismo espacio rupturista. Por eso Mata aireará cuanto pueda que su rival no votó en el congreso federal la elección directa del secretario general. «Vicent, hem de parlar». ¿Con quién pactará Mata? Nada está escrito, pero si del dirigente de Izquierda Socialista Vicent Garcés dependiera acabaría aliándose con Puig. Salvo en el congreso de 1997 que encumbró a Joan Romero, IS siempre ha ido con el lermismo. «Vicent, hem de parlar», emplazó Puig a Garcés en Sevilla. «Sí, pero a ver si haces como siempre y al final pactas con Alarte», respondió el de IS. «A ver si es posible que no pacte Manolo», musitó Puig con la esperanza de que Alarte arda después de Fallas en la vela que todos juntos pusieron a Chacón.
FRANCESC ARABÍ

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