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Congreso con vistas a primarias

| | viernes, 30 de marzo de 2012
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Alarte y Puig aspiran a ganar y Romeu y Mata a salir del proceso bien colocados para disputar la candidatura de 2015
La convulsión interna obliga a Rubalcaba a suspender su visita de hoy para trasladarla a la clausura
199 a 196 y cuatro votos nulos; 179 a 169 y 282 frente a 262. Es el resultado de tres de los últimos cuatro congresos del PSPV, un partido que lleva 17 años, desde que perdió la Generalitat, prisionero de la aritmética. Una formación en permanente declive, parasitada a las miserias y a la derrota como modo de vida. Una organización cuyos cuadros dirigentes, de dentro y de fuera de las ejecutivas, no saben, en general, sumar. Un PSPV que lleva unos cuantos lustros acampado en un foso en forma de trinchera y en medio de la nada. Un hoyo, acotado por muros de las lamentaciones, con cada vez menos terminales que comunican con el exterior. Un desierto cada vez más despoblado de militantes (en 1997, eran más de 40.000 y hoy apenas alcanzan los 20.232) y de votantes. Desde hoy y hasta el domingo, el PSPV afronta la penúltima oportunidad que tiene para romper su condición de abonado al cainismo y evitar degenerar de minoritario, en las instituciones y en la sociedad, a marginal, para evitar que los afiliados, y los votantes, pasen de darle la espalda a desahuciarlo. El relato de acontecimientos previos al XII congreso no augura precisamente una superación de la fractura para instalarse en la cohesión y la integración. Lo segundo, o un sucedáneo, se experimentó en los años en los que Ignasi Pla fue secretario general, sobre todo en su segunda legislatura (2003-2007), admiten desde varias familias. Fue un espejismo de tranquilidad dentro de un partido en permanente estado de congreso. La situación económica boyante fue uno de los factores clave que impidió al PSPV de Pla tener más aceptación social, lo mismo que ahora la profunda crisis enterró todas las opciones electorales de Alarte. La crisis de liderazgo social fue apuntillada en un caso por la euforia económica y en el otro, por la hambruna. Concurren cuatro aspirantes, los tres de 2008 (Jorge Alarte, Ximo Puig y Francesc Romeu) y Manolo Mata, de «Esperança socialista», una versión expandida de IS. En 2000, en el mismo campus universitario de Sant Vicent del Raspeig que desde hoy acoge el congreso, llegaron cuatro a las votaciones (Ignasi Pla, José Luis Ábalos, Andrés Perelló y Josep Bresó). Entonces, el listón de avales necesarios estaba más bajo. Objetivo 2014; previa de 2015. Los cuatro que hoy concurren han formulado el mismo discurso literario de la superación de personalismos en aras de los proyectos y de la necesidad de fomentar la unidad y la cohesión. El líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, les conminó a buscar la integración, pero no debe tener muchas esperanzas de que le hagan caso. La convulsión que se vive en el PSPV ha llevado a Rubalcaba a suspender su visita a Alicante, donde tenía previsto inaugurar esta tarde el congreso. En su lugar, acudirá Elena Valenciano, la número dos federal. El secretario general prefiere acudir a la clausura y bendecir al que salga elegido. De lo contrario, corría un alto riesgo de que sus apelaciones a la unidad cayeran en saco roto. Porque nadie, salvo por imperativo de la falta de firmas para concurrir, da un paso atrás. Eso sí, ya hace bastantes días que dos de los candidatos (Francesc Romeu y Manolo Mata) tienen la vista puesta en las primarias de 2014. Conscientes de que les será tremendamente difícil conseguir el aval de al menos el 20% de los 526 delegados con derecho a voto, tanto Romeu como Mata trabajan por no salir derrotados, por quedar en la mejor posición de cara a poder presentarse a primarias para ser candidato a la Generalitat. Un proceso interno que todos desean abierto a la participación de simpatizantes, esto es, a la francesa. Nadie sabe en qué contexto se celebrará esa consulta, pero a día de hoy parece probable que hay opciones de que el aspirante socialista pueda conquistar el Consell y finiquitar el ciclo político del PP. Los dos candidatos favoritos (Ximo Puig y Jorge Alarte) aspiran a la secretaria general. Gane quien gane, tendrán a partir de mañana mismo, la misión de integrar. En la ejecutiva, para empezar, pero especialmente en el día a día. Incluso en el caso de aflorar el consenso a última hora, las heridas del proceso obligarán a aplicar mucha terapia conciliadora. El grupo de las Corts. Si vence Jorge Alarte, la repercusión institucional será menor. Si se impone el alcalde de Morella, el escenario será similar al que derivó de la victoria en 2000 de un Ignasi Pla que también tenía el escaño en Madrid. Con dos salvedades: aquel congreso cerró una etapa de gestora (la de Francisco Granados) y no tumbó a ningún secretario general y, en segundo lugar, en aquellas Corts el PSPV estaba débil pero su hegemonía en la izquierda presentaba menos dudas que hoy. Los socialistas lograron en 1999 el 34,4% del voto, frente al 10,7% que sumaron EU y Bloc por separado. En las pasadas autonómicas, el PSPV cayó al 28,7%, mientras Compromís y EU alcanzaron el 13,5% en conjunto. Nunca el PP ha estado tan acorralado. Garantizar la estabilidad del partido en las Corts es la gran baza esgrimida por Alarte, quien controla dos tercios del grupo parlamentario. Puig enarbola la bandera de la integración y la apuesta por los equipos. Por convicción y para hacer de la necesidad virtud. Rafael Rubio es su apuesta de consenso para ser portavoz transitorio. La ejecutiva, primer examen. Gane quien gane, la primera prueba de fuego que tendrá es configurar la dirección. El grado de aceptación se verá en la votación del domingo, pero será a partir del lunes cuando el secretario general deberá demostrar si la fractura se supera. De la dinámica con la que se cierre el congreso, dependerá en gran parte cómo se resuelve el rosario de cónclaves comarcales que se sucederán, ahora que se recupera la anterior estructura orgánica.
FRANCESC ARABÍ

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